Odontologia estética «calzas» esteticas sin metal
EL MERCURIO ES UNO DE LOS METALES NO RADIACTIVOS MAS TÓXICOS, CONTAMINANTES Y DAÑINOS QUE EXISTEN.
ESTE METAL PESADO SE UTILIZA COMO ELEMENTO PROTÉSICO DENTAL. LLEGA A ENTRAR EN CONTACTO CON MUCOSAS, SALIVA, RIEGO SANGUÍNEO Y TEJIDO NERVIOSO.
DEBIDO A SU EFECTO INMUNODEPRESOR PRODUCE MULTIPLES PATOLOGIAS
EL MERCURIO DE LAS OBTURACIONES DENTALES DE AMALGAMA

Odontologia estética es un concepto que se ha vuelto parte de la vida diaria.
La odontología estética busca restaurar los dientes a sus condiciones más ideales, o alcanzar unos altos estándares de estéticos integrados a los pilares de la salud oral.
La odontología estética emplea diversos materiales para lograr estos objetivos, eliminando la necesidad de emplear metales para lograr altos niveles de resistencia mientras se obtiene la apariencia natural de los dientes que todas las personas desean.
Una amalgama es una aleación de mercurio con otro metal o metales. Las amalgamas que se emplean actualmente en odontología, de color gris metálico, se elaboran mezclando mercurio líquido (50%) con plata (35%), estaño (13%), cobre (2%) y una pequeña cantidad de zinc. En algunas amalgamas se han encontrado otras sustancias también dañinas como cadmio o níquel. Las amalgamas dentales no dan lugar a intoxicaciones agudas, salvo en casos excepcionales en los que el paciente tenga un gran número de amalgamas (normalmente más de 7).
El mercurio es un potente citotóxico, es decir, que mata las células. Es también capaz de producir efectos tóxicos con cualquier nivel de exposición.

La vida media biológica en el organismo es de unos 10.000 días, es decir, 27 años. El mercurio puede provocar reacciones alérgicas de hipersensibilidad por el “efecto pila/batería”, más llamado electrogalvanismo al tener amalgamas viejas y/u otros materiales metálicos en la boca (puentes metálicos, empastes de oro o titanio, etc.). Se ha establecido la posible relación entre niveles elevados de mercurio y el desencadenamiento (o agravamiento) de otras patologías, como el Síndrome de fatiga crónica, fibromialgia, candidiasis crónica, ciática, síndrome del intestino o colon irritable, enfermedad de crohn, colitis, gastritis, síndrome de sensibilidades químicas múltiples, alergias/intolerancias e hipersensibilidades alimentarias o dermatológicas, artritis reumatoide, artritis juvenil, espondilitis, problemas endocrinológicos, problemas cardíacos, insomnio, somnolencia, parkinson, alzheimer, autismo, desórdenes hiperactivos, dificultades de aprendizaje, esclerosis lateral amilotrópica, arterioesclerosis, asma, bulimia, anorexia nerviosa, depresión, ansiedad, ataques de pánico, desórdenes del espectro esquizoide, desórdenes de personalidad límite, desorden obsesivo-compulsivo, desórdenes maníaco-depresivos, lupus eritematoso, entre otras patologías.
El mercurio tiene una serie de efectos directos, sobre todo neurológicos; pero cientos de efectos indirectos, de ahí que se relacione con tantas patologías, de todo tipo. Aunque «simplemente» fuese por la afectación que el mercurio puede producir en el tracto gastrointestinal, es un hecho demostrado que si el intestino no funciona adecuadamente durante mucho tiempo, acabamos (o podemos al menos acabar) padeciendo problemas que, en principio, resultaría difícil sospechar siquiera que hayan tenido su origen en el mercurio.
EL CAMINO DE LA OBTURACION AL CUERPO
Siete empastes de amalgama corresponden a un peso de unos 2 gramos de mercurio puro. Tan sólo un gramo de mercurio conduciría a la muerte por inyección directa. Soportamos esta cantidad porque, en la amalgama el mercurio está en su forma metálica que es poco tóxica y porque se disuelve y es absorbido por el cuerpo lentamente. En forma de vapor el mercurio es altamente tóxico, y éste se evapora a solo 20 grados centígrados.
En la boca pueden darse temperaturas entre 40 y 60 grados, continuamente se libera vapor de mercurio, que es absorbido por el cuerpo. Existen una serie de circunstancias que hacen aumentar la liberación de mercurio. De esta manera, según la regla de Habermann, con dosis pequeñas, pero prolongadas, se sufre la misma gravedad de intoxicación que con intoxicaciones agudas o en corto plazo.
Como llega el mercurio al cuerpo: Desde la cavidad bucal y nasal llegan vapores de mercurio a la circulación sanguínea y, a través de los nervios, directamente al cerebro. Los vapores se ingieren parcialmente por los pulmones a través de las vías respiratorias. Así pasan también a la circulación sanguínea, donde se transforma una parte del vapor de Mercurio: oxidaciones de mercurio (una forma aún más tóxica que el vapor). Puesto que órganos como el hígado, la vesícula biliar, el corazón y los riñones trabajan como un filtro sanguíneo, es aquí donde se almacena principalmente el metal tóxico. Se desprenden partículas de amalgama cuando masticamos o nos cepillamos los dientes enérgicamente (y más aún si se rompe y tragamos algún trozo de amalgama). Al llegar al intestino está todavía en su forma metálica (poco tóxica), pero la intervención de la flora intestinal transforma estas partículas metálicas y el vapor de Mercurio en la forma más peligrosa: el metilmercurio (también llamado mercurio metílico). Este proceso se llama metilación. Desde el intestino pasa el metilmercurio a la circulación sanguínea y, finalmente, a los órganos. El metilmercurio es 50 veces más tóxico que el mercurio metálico (el mercurio de las amalgamas dentales, termómetros, barómetros, esfigmomanómetros, etc.), la flora bucal e intestinal transforma el mercurio metálico en metilmercurio. El mercurio también se difunde a través de las encías, las raíces dentales y la mandíbula hasta el sistema nervioso central.
Límites admisibles de mercurio: Según el informe de la OMS de 1991, diariamente, los niveles normales de mercurio se establecen entre 3 y 17 microgramos de mercurio. Condicionantes pueden llevar a superar los 17 mcg diarios:
-Mascar chicles habitualmente.
-Cepillado dental enérgico, particularmente con pasta dentífrica fluorada.
-Masticar fuertemente.
-Fumar.
-Bebidas y/o comidas calientes.
-Bebidas/comidas ácidas (vinagre, zumos —cítricos especialmente—, etc.).
-Que se rompa algún trozo de amalgama, por pequeño que éste sea.
-Bruxismo (apretar/rechinar, consciente o inconsciente, dientes y muelas, sobre todo por la noche, pero también es un tipo de desgaste dental que puede darse por maloclusión. En ocasiones, el bruxismo aparece asimismo como consecuencia de alteraciones neurológicas debidas a una intoxicación por metales pesados, sobre todo de mercurio). El bruxismo produce microgrietas por las cuales penetran más fácilmente ácidos, comidas/bebidas calientes, el flúor, etc.
-Que haya corrosión de la amalgama. Esta se acelera cuando hay caries o se colocan coronas sobre la amalgama.
-Estas circunstancias suelen dar lugar también a que aparezca un cierto sabor metálico en la boca.
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